martes, 26 de mayo de 2009

Amor y alfajores


Nunca me gustaron los alfajores de frutas, siempre fui muy definida con las cosas, me gusta o no me gusta y los alfajores de fruta eran para mi un hibrido, ni chocolate ni dulce de leche, fruta y no siempre la misma dependiendo del lugar de donde venían, a veces habían colores raros, olores raros, que ni siquiera me animaba a probar.

Algo extraño paso una vez que viajábamos con mis padres de vacaciones a Mar de Ajó.
Yo tenía 4 o cinco años, mi hermana tenía un año menos.
Estábamos super contentas porque pasaríamos un mes entero con mi papa, en ese mes no iría a trabajar, lo disfrutaríamos a cada minuto del día, siempre y cuando mi mama nos dejara, porque cuando uno es chica y mujer, sabe que el papa es mitad de una y mitad de la mama, éramos tres mujeres así que correspondía un 33.3% a cada una. Eso contando que no apareciera mi abuela, ahí perdíamos todas un poquito, pero igual era buena la abuela.

Nos habíamos hecho amigas de un vecinito de cabaña que tenía un año más que yo y se llamaba Gastón.
Gastón era grande para mi , el ya había pasado a primer grado, sabia mucho de la vida y ese verano nos enseño unas cuantas cosas a mi hermana y a mi, pero al ser yo la mas grande merecía mas sabiduría que ella.

Por suerte nuestros padres también habían simpatizado así que mientras ellos charlaban y tomaban mate Gastón nos enseñaba algunos misterios de la vida.

Una mañana me dijo
- ¿te gustan los alfajores?
- -si, claro me encantan pero los de fruta no
- - bueno yo tengo la formula para que hagamos muchos alfajores, así a la vuelta nuestros padres no tiene que comprar para regalar, se los damos nosotros.
- Pero ¿Cómo, Cual es la formula?
- Hoy a la tardecita, decile a tu mama que vas a juntar piedras y nos encontramos atrás de las cabañas, ahí te cuento.

Que intriga, una receta secreta para hacer alfajores, Gastón era un ídolo, ¿como sabría tanto?

Ya desde chiquita me seducían los chicos misteriosos y seguros de si mismos.
Así que elegí mi mejor vestidito, la hebillita amarilla y Salía su encuentro.

Al principio no lo veía, estaba camuflado detrás de una montaña de leña y hojas secas.
Me explico que toda esa leña la estaba juntando para poner una fábrica de alfajores y necesitaba ayuda, yo tenía que colaborar con el proyecto juntando más leña, corteza de árboles, si eran eucaliptos mejor, hojas de diferentes formas y colores, porque parece que las hojas eran lo que definan el gusto y el color del alfajor.

Su plan era juntar todo y con una receta mágica que el tenia y nunca me reveló, mas unos fósforos robados para hacer fuego, saldrían docenas y docenas de alfajores


Estábamos entusiasmadísimos, todas las tardes, mientras los demás dormían la siesta, nos íbamos a juntar los elementos, la materia prima de los alfajores.
Ese fue mi primer amor de verano. Fue la primera vez, después de mi padre que admiré a un hombrecito y me sentí deslumbrada por él.
Le creía lo de los alfajores, aunque muy internamente creo que intuía que le fallaría la receta, pero no me importaba. Disfrutábamos de larguísimas tardes planeando que cuando fuéramos grandes si esto funcionaba pondríamos una fábrica grande, muy grande de alfajores de frutas y también de los otros, ese era el trato.

Cuando faltaban tres días para volvernos a Buenos Aires, decidimos poner manos a la obra y prender esa fogata mágica, para darle vida a los alfajores.
Metimos la leña en una parrilla vieja y abandonada que había cerca de la playa y por mucho que intentamos prender esos fósforos robados, nunca lo conseguimos.
Había mucho viento en la playa, lo prendíamos y se apagaba y nunca llegaba a vivar la gran fogata.
Gastón decía que sin un gran fuego no habían alfajores porque esa mezcla de azul, rojo, naranja del fuego era lo que lo que lograba esa increíble transformación de leña a alfajores.

Esa tarde volvimos tristes, no habíamos podido fabricar alfajores, pedir ayuda a los grandes era imposible, no nos iban a creer y encima nos pondrían en penitencia por jugar con fuego, y nos dirían ese dicho tonto de que si jugas con fuego te haces pis en la cama. Cuando era más chica me lo creía pero a partir de ese verano supe que los grandes a veces dicen cosas sin sentido, porque yo, ningún día de esas vacaciones me hice pis en la cama.
Quedamos con Gastón, que las próximas vacaciones cada uno traería un encendedor de su casa y así sería mucho mas fácil prender la fogata.

Como a mi me encantaba el mar, mi papa paraba en la ruta en el ultimo lugar que había mar, se metía por los campos hasta divisarlo, yo, bajaba feliz del auto y me daba la ultima zambullida. Salía del mar corriendo y ahí estaba mi mama esperándome con una toalla enorme para secarme y meternos otra vez en el auto para volver a casa.

A mi papa le encantaba llevar alfajores de regalo así que la última parada era para comprar muchas cajas de alfajores para la familia y amigos.
Cuando lo vi venir cargado con las cajas, para ponerlas en el baúl, pensé, este es el último año, el próximo te los fabrico yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué lindo cuento... Me hizo sentir en mi propia piel una infancia que no fue la mía. ¡Gracias!