viernes, 10 de julio de 2009

Un solo beso

Un solo beso. Martín no conocía esa sensación. Siempre dudaba, pensaba, se mostraba inseguro. Era algo grande.
Sentía un vacío, ese vacío que se siente cuando falta algo, ese algo que con sus cortos 15 años no había experimentado.
Por ese entonces, era lo único que ocupaba su mente. Tal vez por eso nunca antes había podido concretar, porque posibilidades no le faltaban.
Eso y lo que pensaría su padre, como reaccionaria si se enterara lo que en Martín se había gestado. Tenía en su interior emociones y sentimientos opuestos.
Una noche, en la que su padre no se encontraba por un viaje de negocios, Martín se decidió. Lo tenia ahí, estaba con el, acompañándolo en su soledad.
A pesar de que nunca vieron la luz, su padre nunca lo aceptaría. Aun así, Martín quería darle un solo beso.


Un solo beso. Martín, a pesar de ser un joven que toda su vida fue criado estrictamente por su padre, tenía un deseo reprimido, y la ausencia de este hacia posible que lo pudiera concretar.
Él estaba ahí, aguardando por los labios de Martín. Ninguno de los dos hablaba, no había necesidad.
Entonces, sin pensarlo más, se decidió. Una luz inundó la habitación.
Pero antes de que rozara sus labios, se volvió. La luz de su mirada lo seguía observando, pero Martín no estaba listo. Una vez más, no lo pudo concretar. Se dio media vuelta y lo abandonó. Él, se hizo cenizas.
Martín, otra vez, no había podido darle un solo beso.


Un solo beso. Martín se despertó una mañana completamente decidido a concretar ese deseo cautivo. El último fallido había sido el detonante.
Su padre, aun de viaje, jamás podría enterarse, y Martín disponía del tiempo necesario. Pero ya no lo necesitaba, se había armado de valor y los futuros gritos y desaprobaciones de su padre ya no sonaban en su cabeza.
Entonces lo tuvo en frente otra vez. Sin dudar, Martín respiro hondo y se encendió la conexión.
Luego de unos momentos, ya no pertenecía a ese lugar. Lo reprimido había salido y la sensación de libertad lo ubicaba en el cielo. Su mente ya no estaba en conexión con su cuerpo. Él lo había elevado y su padre, por ese instante, había dejado de existir.
Martín esbozo una sonrisa infinita y se lo quedó mirando hasta que la luz de su mirada se apagó.
Fue tal la sensación, que Martín nunca mas lo abandonó.
Un solo beso. Fue el que lo condeno a una vida de adicción.

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