jueves, 18 de junio de 2009

¡El Súperman de los quemados!

Ese día me tomé el San Martín hacia Capital. Por esa época yo andaba mucho por la calle, unas seis horas al día, y el roce constante con la grasa a uno lo va engrasando, y ver violencia lo va poniendo violento. No fueron pocas las veces que exploté, en general contra objetos inanimados y por cuestiones triviales. Pero ese día fue distinto, una de esas pocas veces en la vida en que uno está seguro de haber hecho eso que tenía que hacer.

En fin, que me tomé el tren en San Miguel. Era un vagón de esos nuevos, que tiene descansos con puertas, pero todo el vagón está unido, sin paredes, al estilo del Belgrano Norte. En el San Martín hubo pocos de esos. En un momento, con el tren detenido, veo que un guarda y un par de seguridad están tratando de bajar a un pibito. Por lo que entendí lo venían siguiendo desde el furgón, donde lo vieron aspirar pegamento. El nene (no tendría diez años) estaba sentado en un asiento llorando a moco tendido, mientras los grandulones alrededor lo zamarreaban y amenazaban. Me fuí hasta la triste escena y les exigí a los gritos que dejaran de torturar al pibe. Al principio ni siquiera me miraron, pero insistí hasta que terminamos discutiendo con los tipos y el pibe que nos miraba y se iba calmando. En el interín pasaron un par de cosas, había un gendarme que colaboraba, no recuerdo si llegó o estaba desde el principio. Los gendarmes no son mala gente, son muchachos del interior que no se meten con nadie pero les asignan la triste tarea de deambular con un fusil por el Conurbano a 1000 kilómetros de sus hijos. A ese lo encaré distinto y con más respeto, le dije que era una locura maltratar así a un pibe indefenso que no había hecho nada. Se puso de mi lado, o por lo menos dejó de colaborar con los otros.

Otros que, por su parte, me decían primero que no me metiera en lo que no me importa (argumento que ignoré porque tenían razón en cierta forma, en la lógica egoísta que manejamos a diario, la que manejo desde entonces, donde vale más mi comodidad que la tragedia de mi vecino), después que el pibe había sido visto jalando poxirán, les contesté que cada uno se intoxicaba con lo que quería y podía. A todo esto un pasajero se paró a unos metros y me dijo que me dejara de joder, que estaban deteniendo el tren por mi culpa. Yo que ya estaba hecho un yaguareté le dije que no sea boludo, que el tren lo paraban ellos. Se sentó.

A la larga quedó claro que no podían tratar así a la gente, menos a un niño, menos a éste en total desamparo. Le pregunté al nene adónde iba, me dijo que a Palermo. Les dije a los chanchos (no recuerdo cuánto personal había a esta altura) que el guacho estaba conmigo y que yo me hacía cargo de él hasta Palermo. Nos sentamos juntos ahí nomás, él estaba masticando bronca y puteadas, yo que a pesar de todo no quería problemas le dije que se quedara tranquilo, que ya se la habíamos hecho caber. Al rato, y al ver que no había más problemas, los de seguridad dejaron de merodear. El pibe (la verdad es que estaba dado vuelta) se tiró en el piso de un descanso, justo atras del asiento en el que estábamos, y siguió con su discurso alucinado y resentido:

- Vamos a venir con los pibes de Palermo y les vamos a dar un plomo en la pata. - les dijo a los fantasmas y a los vapores en un momento. Un guarda que justo pasaba me miró y me dijo socarrón:

- Escuchalo a tu protegido...

- ¿Y qué querés después de cómo lo trataron?

Al rato se fue pasillo atrás, y yo durante un viaje a Capital fuí el más digno de todos, aunque estaba un poco nervioso por los desastres que pudiera hacer el pibe hasta Palermo.

2 comentarios:

Mariela dijo...

Muy bueno, esta bueno para reflexionar, todos tendriamos que reaccionar ante las injusticias.

valeria dijo...

me parece muy interesante trabajar con personajes sin encasillarlos siempre en buenos/malos. así el gendarme es un personaje que cambia de lugar. y el protegido es un niño indefenso que poco a poco muta en amenaza.

el desafío del trabajo con personajes es encontrar esa flexibilidad que desautomatiza lo previsible de "caos" vs. "control", o "batman" vs. "guazón".

¿se entienden los símiles, no?