sábado, 27 de junio de 2009

Mucho en juego

Nos miramos con complicidad. Yo te tiré un beso y vos me guiñaste un ojo. Me reí de los nervios pero traté de disimular porque no quería que ellos se dieran cuenta de lo que teníamos. Había que esperar, actuar con aplomo, no podíamos comportarnos como dos chicos. Yo tenía treinta y uno y vos treinta y tres. Ellos tenían mucho menos.

Me hiciste una seña para que no dijera nada, vos te ibas a ocupar de todo.

Había mucho en juego, no podíamos permitir que ellos sospecharan. La jugué callada, obediente a tu pedido. Pero ahora había llegado tu momento y era hora de poner las cartas sobre la mesa.

O tal vez no. Mi marido empezó a mirar a mi hermana, desesperado, demandante. Vos te diste cuenta y decidiste que no era el momento de decir nada. La dejaste pasar para que él recuperara la confianza. Ahora me mirabas incisivo, autoritario. Sin decir nada me gritabas “decilo”. Sin decir nada te rogué “ahora no, no es el momento” pero me rogaste con los ojos “sí, decilo, confiá en mí, yo sé lo que te digo”. Y lo dije. Y se fueron al mazo.

Nos quedamos con las ganas de poner el ancho de basto sobre la mesa pero alcanzó para ganar. Ahora van a tener que lavar los platos durante todas las vacaciones.

3 comentarios:

Ezequiel dijo...

jajajaja muy bueno, texto para releer y volver a reir. Hasta me animo a decir que casi termina bien por fin, pero no porque no pudieron jugar el ancho jaja.

Alfajor De Frutas dijo...

No me dí cuenta hasta el final, uno siempre piensa en las peores cosas. Me gusto mucho por la sorpresa

NCH dijo...

Ja! Brillante! Hablando de las dos historias que cuenta un cuento, este va y viene y no terminás de convencerte de qué habla. Me esperaba un final más ambiguo, pero sorprendió. Redondo.