martes, 9 de junio de 2009

Locura

Víctor trabajaba en una funeraria, no era un hombre alegre, no era apuesto ni alto, era patéticamente obsesivo.
Esa tarde, paradójicamente, había fallecido el padre del dueño de la funeraria, de modo que se fue temprano a casa.

Con una pizca de alegría inusual bajo del ascensor y cuando estaba a punto de poner la llave en la cerradura, escuchó y reconoció los gemidos de su mujer y la voz excitada de otro hombre.
Su cara se transformo, se quedó parado detrás de la puerta durante quince minutos sufriendo aquellos gritos de placer tan parecidos a los de la agonía.

Su mirada se transformó, se fue.
Volvió a la hora de la cena con una botella del vino preferido de su mujer y varias cajas de pastillas en su bolsillo ya trituradas.
Cuidadosamente las disolvió en la copa destinada a ella, la desnudó y la besó como nunca había hecho, al rato se levantó y se fue al velatorio del padre del dueño de la funeraria.

2 comentarios:

valeria dijo...

Un clásico (el marido que vuelve antes del trabajo y descubre la infidelidad de la esposa) puesto en un contexto bien concreto (el trabajo de desarrollo específico de este marido: dónde trabaja, cómo es, por qué exactamente volvió antes esa tarde). Y todo maravillosamente resuelto en un microrrelato. Congrats!

NCH dijo...

Me encantó, sobre todo lo del tipo yéndose al velorio del otro dejando a la mujer empastillada a muerte.

Redondo! Como una pastirula, o un alfajor.


Nacho