viernes, 26 de junio de 2009

Toda una vida

Manuel, 28 años, llevaba una vida normal. Estaba casado con Andrea, con quien esperaba una nueva integrante de la familia. Era gerente general en una empresa automotriz, en donde trabajaba 12 horas al día, pero que no le impedía ser feliz. Le dedicaba tiempo a mujer, su vientre, su hogar y su mayor pasión: el tenis. Sus padres aun vivían en su antigua casa, a 2 barrios de la actual.
Una tarde, su mujer, ya de 8 meses, le confiesa haber tenido una relación con su mejor amigo, quien, además, era el padre de la beba que estaba esperando. Esa tarde Andrea se fue y nunca más regreso. Manuel, entre llanto y rencor, creyó que nada podía ser peor.
Dos días después, su padre lo llamó para informarle la peor noticia. Manuel sintió una racha negativa de la cual no se iba a poder recuperar al perder a todas las mujeres de su vida. Con la muerte de su madre, la hipoteca de la casa se hizo imposible pagar, y el banco se la remató. Sin embargo, a diferencia de Manuel, su padre se mostraba optimista.
Triste, pensante y radiando ira contra el cielo, una mañana Manuel fue alcanzado por un vehiculo el cual lo arrojo 60 metros por el aire.
La gravedad del accidente fue tal que lo iba a tener los próximos 2 meses internado en rehabilitación, dejando por sentado que nunca más iba a poder jugar al tenis.
Los días se hacían eternos y su padre, única figura cercana, no se movía de su lado más que para ir hasta su casa a cambiarse cada 2 o 3 días.
Después de 5 semanas de internación, apareció en su habitación un directivo de la empresa, lamentando lo ocurrido pero también informando acerca de la crisis y del tiempo que estaba pasando. Manuel había sido despedido, en frente de los ojos de su padre. El dolor fue inmenso, sus ganas de vivir se estaban esfumando. La derrota y el fracaso se habían hecho piel en él.
Una mañana, luego de 7 semanas y media, por fin le dieron el alta. Cuando Manuel salió del hospital, caminando, se dio media vuelta, lo miró, sonrió y dijo: “Siempre que hay un final, algo nuevo va a comenzar”, volvió a sonreír, y se fue con su padre.
¿Ustedes se estarán preguntando que lo impulso a Manuel a seguir?
Su padre, pocos días antes que le hayan dado el alta, le dijo: “Cuando uno se encuentra en el fondo, bien abajo, la única salida que queda es levantarse, porque mas no se puede caer”.

3 comentarios:

Alfajor De Frutas dijo...

me encantó, muy buena historia, linda enseñanza. Le pasaron muchas desgracias al personaje, pero tiene alto viejo

Anónimo dijo...

Como pesa la voz de la experiencia.

valeria dijo...

El efecto del "ustedes se preguntarán..." hace pensar que la respuesta va a ser algo extraordinario (una revelación divina, por ejemplo). Y es algo muy simple. Pero pone de manifiesto el poder extraordinario de la simpleza.