viernes, 5 de junio de 2009

¿Para qué sirven las uñas?

Supongo que habrá una explicación técnica acerca de la verdadera utilidad de las uñas. Sin recurrir a una enciclopedia, al google o al manual Kapelusz de 3° grado, a priori puedo decir que cualquier todólogo declararía que sirven para proteger los dedos. Pero ¿para protegerlos de qué? ¿Quién podría querer hacerle daño a un indefenso dedo? Más aún, en caso de recibir el dedo un golpe importante y certero, la uña no suele jugar un papel de escudo protector. Muy por el contrario tiende a autoprotegerse para no arriesgarse a quedar ella con un feo color negro.

Obviamente el ser humano se ha visto obligado a encontrarle utilidad a una cosa que no la tiene y que, además de carecer de beneficios funcionales claros, está ahí para ser cuidada, emprolijada, embellecida. Y esto de “embellecida” ya no es patrimonio exclusivo de las mujeres sino que también los señores se han sumado a las filas de quienes necesitan o quieren ver algo bonita esa última parte de sus extremidades. Claro está que aún persisten y hasta son mayoría aquellos que consideran que cortarlas al ras con un cuchillo tramontina los convierte o enfatiza como machos en la vida. En los casos extremos encontramos incluso a quienes odian a sus uñas por no comprender su verdadera razón de ser y consideran por eso tiempo perdido dedicarles un espacio en sus agendas. Podemos detectarlos fácilmente en los semáforos rasqueteando con sus dientes a la malograda enemiga.

Las mujeres en cambio parecemos tenerles más aprecio o al menos comprendemos que una vez puestas ahí tenemos que tratarlas con la misma devoción con la que tratamos – no todas, claro está – al resto de nuestra parte externa de nuestra femenina humanidad. Les dedicamos precioso tiempo, las pintamos y decoramos y nos ponemos extremadamente tristes cuando una de ellas nos abandona parcialmente dejándonos, adherida al dedo, una porción importante de ella pero feamente terminada. Cabe agregar que en estos casos se para el mundo hasta que encontramos una lima salvadora, no obstante sólo retornamos a la completa calma cuando podemos hacernos tiempo para emparejar a las 9 compañeras (los roedores de uñas de los semáforos suelen no comprender la magnitud de estos conflictos).

Pero bellas o feas, no podemos comprender su verdadera utilidad por lo que les hemos ido inventando algunas utilidades compensatorias que claro está cobran valor dependiendo de su longitud. Rascarse, en el sentido literal de la palabra, parece llevarse todos los premios. Socialmente menos aceptada pero en segundo lugar destacamos su inmensa capacidad para destrabar algún alimento de pequeña magnitud de algún espacio interdental. Menos frecuente que la primera pero más aceptada que la segunda es imposible negar la participación estelar de la uña en la dura contienda de intentar despegar una cinta scotch. De todas formas no parecen ser éstas grandes ventajas, entonces ¿para qué sirven las uñas?

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